¿De cuando a acá entendimos que la música cristiana es para competir entre nosotros?
¿De dónde sacamos la peregrina idea de nominarnos y premiarnos -o, peor aún, aceptar la nominación y el premio del mundo- por cantar para Dios?
¿Será simplemente que, como parece, ninguno de los nominados y premiados realmente está haciendo su trabajo para el Señor sino para su propia fama, gloria, aplauso y reconocimiento?
Y ¿se agradará Dios en ello?
¿Acaso no es cierto que ellos crean sus propias disqueras y luego se unen y se hacen miembros oficiales de los mismos premios que ellos se inventan?
En Gálatas 1:10 el apóstol Pablo pone las cosas claras: "Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo".
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